miércoles, 9 de noviembre de 2016

Trump y Videgaray

Por: Brasil Acosta Peña 

No me alegra de forma que me ponga a brincar de gusto que haya ganado la elección Donald Trump, como no me alegraría tampoco si hubiera ganado Hillary Clinton. Ambos casos pueden definirse como decía el gran guía de los débiles del mundo y que dejó para la historia de su liberación la herramienta capaz para ello, Vladímir Ilich Lenin: que cuando se analiza a dos poderosos y se quiere encontrar sus diferencias, es como si quisiéramos encontrar las diferencias entre un diablo rojo y un diablo azul. Acá es lo mismo: no hay grandes diferencias entre dos diablos, salvo el color. Sin embargo, no quiero dejar pasar algunas cuestiones que me llaman la atención y que pueden ser de utilidad.
Primero, no hay que confundirnos al señalar que Trump es el malo y Hillary la buena. No, nada de eso. Ambos son, como vimos, diablos de distinto color. Me llama poderosamente la atención el hecho de que en México se haya desatado una campaña feroz en contra de Trump. Cierto es que los comentarios discriminatorios lanzados por Trump justificaban el descontento popular; sin embargo, muchos de sus dichos tenían, en mi opinión, como resulta en toda campaña política, la conquista del electorado, al cual “hay que decirle lo que quiere oir” y lo logró. La población blanca y “patriótica”, gustaba de oír esos discursos de Trump, los oyó y votó a favor de él. Eso no quiere decir que vaya a poner en práctica todo lo que dijo y una prueba de que no es del todo así, fue su visita a México a invitación expresa de nuestro gobierno bajo la visión estratégica de Luis Videgaray Caso, al que por cierto le costó el puesto por esa atrevida hazaña, lo cual comentaré más adelante. Si la actitud de Trump fuera de cumplir con su cometido, muy seguramente no habría venido a México; Hillary sí despechó la invitación de México.
Segundo, los medios de comunicación desataron una férrea campaña en contra de Donald Trump en México acusándolo de “loco”, de “depravado”, de “grosero”, de “misógino”, de “discriminador”, etc. Una saña que llama la atención. En contraste, una campaña en el sentido de que Hillary Clinton era todo virtudes. Ahora bien, hay que preguntarnos por qué el contraste y la respuesta la da la salida de Videgaray dictada seguramente desde el país del norte y derivada de la recriminación indirecta del acercamiento de México con China, de la queja de los empresarios por la reforma fiscal promovida por Videgaray que exigía que pagaran más impuestos quienes más tenían recursos, restringiendo algunos de los privilegios que han hecho, por ejemplo, que Walmart de México pague dos pesos de ISR por cada 100 pesos que gana y, la gota que derramó el vaso, la invitación a México de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos.
Aunque no se note o no parezca, se dieron instrucciones desde Estados Unidos para que se siguiera una campaña contra Trump y a favor de Hillary, lo cual siguieron al pie de la letra varias autoridades mexicanas asustándonos con mentiras como: se va a caer el peso mexicano, la economía mexicana entrará en crisis, va a haber un desbalance terrible en el país si es que regresa a los 20 millones de la población mexicana que trabaja en EEUU (lo cual se ve muy difícil de que ocurra), etc. Es muy factible que en las cuentas de los asesores de Hillary se tuviera presente la idea de que si obligaban a México a hacer esa campaña, los mexicanos en Estados Unidos con derecho votarían en contra de Trump. Quedó una vez más de manifiesto cuánto seguimos dependiendo de las indicaciones del país del norte y cómo falta que el pueblo mexicano tenga la capacidad de poner un alto a estas arbitrariedades.
Tercero, aquí estamos ante dos posiciones de un mismo problema: el imperialismo. Hillary Clinton y sus demócratas, que quisieron pasar por los “buenos”, pero son los que ya habilitaron varios kilómetros del muro fronterizo; además, se sabe que en esta administración de Obama se han incrementado las medidas para que no pasen los mexicanos al otro lado de “mojados”; hay que recordar cuál fue el papel de Hillary Clinton como Secretaria de Estado en la situación del Medio Oriente y la formación del Estado Islamico; no olvidemos las desestabilizaciones impulsadas desde Estados Unidos bajo el mando de los demócratas en el Magreb; de las desestabilizaciones a los países latinoamericanos cercanos al bloque de los Brics, como el caso de Brasil, o bien, los constantes ataques a los países que deciden seguir una política nacionalista y no lacayuna como Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc., que son atacados con todas las armas de imperialismo; finalmente, no se nos olvide que se ha dicho que México es el campo experimental de la teoría del caos impulsada también desde las altas esferas de Norteamérica. Como se ve, tras la cara santa de Hillary se esconde el imperialismo rapaz y desenfrenado basado en la guerra, en la intervención y en la disposición de generar una tercera guerra mundial. Por eso, cuando Hillary en uno de los debates señalaba a Donald Trump su cercanía con Putin (según para atacar a Trump), él contestó que “Putin ha sido más inteligente que tú (Hillary) en el conflicto de Siria”.
Por su parte, Trump representa una corriente de nuevos magnates poderosos de Estados Unidos, cuya fuerza está en una bomba más poderosa que la bomba atómica: las telecomunicaciones. Sin descartar que por la presión de los sectores armamentistas de Estados Unidos, Trump se vea obligado a seguir políticas también intervencionistas como las actuales o la de Irak, lo cierto es que las telecomunicaciones, como la internet, las redes sociales, etc., son un arma poderosísima, aunque silenciosa, para cumplir un mismo objetivo del imperialismo: el control del mundo.
Lo que queda claro es que ninguna de las dos posturas contendientes ha renunciado a la vía imperialista de dominación del mundo, es por ello que la única alternativa verdaderamente poderosa para frenar el paso del imperialismo, como lo dijo en uno de sus discursos el Ingeniero Aquiles Córdova Morán, es la unidad y la lucha consciente de los pueblos. Por lo mismo, si queremos enfrentar con éxito los retos que se avecinan, es necesario que el pueblo mexicano: unido, educado y organizado, genere una fuerza poderosa capaz de defender su soberanía.
Para terminar, ¿ahora qué puede decir de Videgaray? Que tenía razón al traer a Trump. No descartemos, por tanto, la posibilidad, con este acierto que el tiempo le dio, de que Videgaray sea el próximo presidente de México.

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