miércoles, 12 de octubre de 2016

Columna Sin Nombre

LOS PRIENNIALS Y LAS ANSIAS DE COMERSE AL MUNDO
Por: Pablo Jair Ortega
Después de las recientes elecciones locales en Veracruz, abundaban conversaciones de jóvenes priistas interesados en la política sobre que era necesario “tomar las riendas” del Partido Revolucionario Institucional y hasta del estado.
En general las quejas eran en el sentido de que el liderazgo dominante ya estaba “caduco” y “arcaico”. Que era necesario “renovar” a la clase política, especialmente por los pasos avanzados en materia tecnológica que los políticos de hoy en el poder están lejos de controlar.
Algunos de éstos --de los que se quejan las nuevas generaciones-- son provenientes de aquella camada de entonces jóvenes brillantes que entró al poder en los tiempos del gobernador Rafael Hernández Ochoa (1974-1980), cuando éste se dio cuenta que, efectivamente, la clase política de ese momento ya era vieja y necesaria de ser renovada.
Pero Hernández Ochoa no sólo le dio entrada a una lozana generación, sino que cuidadosamente pudo elegir a líderes sociales y estudiantes destacados, dejarlos que tomaran posiciones claves en gobierno para comenzar a foguearse y convertirse en la nueva clase política del futuro. Muchos de estos también tenían previa experiencia en trabajo de campo electoral.
Si bien en ese entonces no estaba revolucionando la tecnología a la velocidad de hoy, debe resaltarse que la renovación generacional propuesta por Hernández Ochoa oxigenó a las siguientes administraciones y sentó un precedente para un relevo bien cimentado en el siglo XXI en la historia política de Veracruz. Tanto así que los actuales gobernantes y políticos son descendientes directos e indirectos del viejo luchador ecologista.
En la historia nacional también se debe destacar que muchos líderes juveniles también arribaron al poder gracias a eventos sangrientos como el 2 de octubre de 1968 y el “Halconazo” del 10 de junio de 1971: los jóvenes comenzaron a tomarse en cuenta por parte de los gobiernos con la intención de reconciliarse con la chaviza.
Hoy podemos decir que efectivamente hay cuadros relevantes en todos los partidos políticos, con jóvenes ávidos por demostrar su capacidad en las tomas de decisión y en el servicio público. Sin duda debe haber una nueva dinastía preparada, conectada a las redes sociales y a la tecnología, pero no necesariamente con experiencia, especialmente de campo.
El gobernador Fidel Herrera Beltrán es el que quiso dejar huella con una nueva generación de políticos, quizás imitando a Hernández Ochoa. Esta misma incluso pretendió extender su influencia a otra camada de gente más joven, totalmente inexperta, cuyos méritos sólo eran llevarse con el gobernante en turno.
Liderazgos al vapor, padrinazgos burdos sin un real compromiso social, caprichos por cargos públicos, escasa o nula vocación de servicio, son algunas de las características de jóvenes políticos que tuvieron su estrellato fugaz en los recientes años. Los resultados de ese compromiso y vocación política (aunado a la inexperiencia) quedaron plasmados en los resultados del 5 de junio.
Esta misma generación se ha querido también saltar a quienes seguirían por orden cronológico a la actual clase política. Hablamos de una sociedad sándwich que si bien no le tocó la bienvenida con Hernández Ochoa, sí le fue otorgada la entrada al poder en años posteriores.
Por ejemplo, en redes sociales (territorio de los Millenials, la generación que ya se quiere comer a Veracruz a rebanadas en el ámbito político) surgió una especie de manifiesto por parte de un militante priista identificado como Rodrigo Escalante. Se transcribe textual:
“Ser joven priista no es cosa fácil, es una lucha a veinte frentes.
Todos los días nos enfrentamos a las viejas prácticas, para mejorarlas.
Nos enfrentamos a los compañeros de partido, para llegar a acuerdos.
Nos enfrentamos con los otros partidos, para debatir ideas.
Nos enfrentamos con la sociedad, que cansada, ya no cree que lo podemos lograr, y los convencemos.
Nos enfrentamos a las adversidades del día a día, de las grandes cargas de trabajo, de las agendas apretadas, de la corre corre y de la chinguele, chinguele.
Estudiamos mucho y dormimos poco, por que sabemos que sólo preparados seremos capaces de afrontar los retos de México. Estamos listos. Queremos hacerlo.
Somos una #GeneraciónDiferente, héroes desde nuestras trincheras.
Nosotros no seguimos intereses, nos mueven las causas. No somos el nuevo PRI. Somos #PRIennials. Ya llegamos ¿Están listos?”
Lo anterior motivó varios comentarios y burlas, precisamente por parte de sus detractores más fuertes: los millenials, la generación dominante actual, precisamente esa que ha retomado como causa el discurso anti-PRI y lo ha llevado a las urnas en varias partes del país.
Y es que si bien personas como los “PRIennials” definitivamente tienen todo para innovar y piden a gritos que se le dé la oportunidad, los tiempos exigen que sean la combinación de la experiencia con la juventud la que maneje no sólo el estado, sino también el país. Que es imposible querer dar una nueva oportunidad a la juventud, cuando hay áreas como la de seguridad que requieren el conocimiento del estado, la problemática de las adicciones, historia de los cárteles, la geografía estatal, etc.
El nuevo gabinete en Veracruz, por ejemplo, se dice será más allá de los nombres conocidos y sí con un buen número de jóvenes quizás desconocidos para la clase política tradicional (especialmente entre los priistas, que difícilmente tendrán espacios) pero esta vez sí preparados, quizás más disciplinados, por aquello de que sería imperdonable volver a cometer los mismos errores recientes.
Hay que tomar como referencia que el gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares es parte de esa generación destacada que entró precisamente con Hernández Ochoa, pero el tiempo lo alcanzó a él y también a sus más cercanos.
Luego entonces, se vislumbra complejo que Yunes Linares pueda gobernar con los mismos con los que ha caminado en los varios años dentro del servicio público, especialmente con unos millenials dueños del panorama social, una población joven exigente en las urnas, y que está ansiosa por plantar su bandera de popularidad e influencia a punta de “likes”.

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