lunes, 27 de junio de 2016

El INAH, “obligado a resguardar predio número 5 de San Ángel”

Ciudad de México.- El Instituto Nacional de Antropología e Historia está obligado a vigilar lo que ocurre en el predio contiguo al Museo del Carmen, y que forma parte de la construcción original del convento carmelita, erigido a principios del siglo XVII, dice a La Crónica de Hoy el historiador Manuel Ramos Medina.
“Creo que esa casa debe adquirirse por el gobierno mexicano y continuar con la restauración del convento. Ciertamente, en casos como éstos puede ser difícil llegar a un acuerdo con los particulares que lo poseen”, estima Ramos Medina, historiador especialista en la orden carmelita y director del Centro de Estudios de Historia de México Carso, cuya oficina está en los linderos de la antigua huerta conventual, en el barrio de Chimalistac.
Después de más de 150 años de haber funcionado como una casa habitación familiar, en ese, el llamado Predio número 5, hoy día se ofrecen servicios de “promoción cultural”, venta de ropa y alimentos, e incluso funciona un bazar, auspiciado por una asociación civil llamada “Fundación Fertilizando el Esfuerzo”. De hecho, la organización, en su página electrónica (www.fertilizando.org), se refiere al lugar, como “centro cultural”, sin referencia al valor histórico del inmueble. Y si bien el deterioro interior es mucho menor al que exhibe la fachada, cualquier arreglo u obra en una construcción como ésta, que es parte de un convento virreinal, no puede hacerse sin la supervisión del INAH, aún cuando se trate de una propiedad particular.
Es versión recurrente, entre los vecinos de la zona, que en el pasado reciente el INAH intentó adquirir el predio, sin que el proyecto haya fructificado, debido al alto precio que pedían los descendientes de quienes adquirieron, en el siglo XIX, esa parte de la construcción conventual.
“Yo entré en esa casa hace unos 40 años”, refiere a Crónica Manuel Ramos Medina. “Era una casa familiar, muy hermosa. Había obras de arte, una armadura, no existía entonces el paradero de camiones”, explica el historiador. “Al paso de los años supe que el INAH había intentado adquirir el predio, pero que el precio que pedía la propietaria era muy alto, en dólares. No sabría yo decir si el hecho de pretender vender en dólares era una forma de provocar para disuadir o para llegar, incluso, a un proceso de expropiación. Pero hasta donde he sabido, la elevada suma que pedían es la causa por la cual el museo no ha podido adquirir el predio y reintegrar el Colegio del Carmen a su antigua extensión”.
Pero en lo que no duda Ramos Medina es en la necesidad de que el Predio número 5 sea adquirido para su protección y conservación. “La casa debe comprarse y continuar con la restauración de todo el convento”. Pero el historiador advierte que no es un proceso sencillo. “En un problema de estos”, añade, “tiene que haber un diálogo que a ambas partes convenga”, y que permita restituir, opina, ese fragmento de herencia histórica de los mexicanos.
EL PESO DE LA HISTORIA. Lo ocurrido en el siglo XIX con el Colegio de San Ángelo Mártir, nombre original de lo que hoy se conoce como Convento del Carmen, no es un caso excepcional. La transformación de la Ciudad de México y sus alrededores, convertidos hoy en colonias diversas de la megalópolis implicó la desaparición de las grandes propiedades conventuales que florecieron durante los 3 siglos de orden virreinal. “No era novedoso”, dice a Crónica Manuel Ramos Medina. “Había ocurrido en la Francia del siglo XVIII y en España en la época de los Borbones”.
La Reforma Liberal le hizo a la ciudad de México, entre 1856 y 1862, una cirugía radical. Entre las primeras propiedades eclesiásticas desintegradas destacan dos grandes conventos: el colegio carmelita de San Ángel y el de San Francisco, en la hoy calle de Madero, y cuyo fraccionamiento fue tan extremo que dio para la apertura de vías como 16 de Septiembre, Independencia y Gante, con la desaparición consecuente de capillas y huertas, que se convirtieron rápidamente en propiedad de particulares.
Aún es posible ver, a la sombra de la Torre Latinoamericana, vestigios del claustro franciscano; otra parte de la construcción puede verse de cerca en el interior de una pastelería que funciona en la calle 16 de septiembre, y otra parte del claustro pertenece al templo metodista que se estableció en la calle de Gante desde 1873. Pero ni son los únicos ni su conversión en propiedades privadas son casos de excepción. Manuel Ramos Medina subraya la necesidad de comprender el proceso que modifica la traza de las ciudades:
“Hay que ver el proceso histórico de estas propiedades. Lo que se hizo fue  repartir esas tierras para fomentar la propiedad privada típica del liberalismo. Cuando el prior de la orden del Carmen decide vender, se empieza a delinear parte del aspecto que San Ángel tiene en la actualidad. Por eso encontramos casas decimonónicas en la Avenida de la Paz, que también era propiedad carmelita. Pero después de estas ventas se dispersó la biblioteca, una de las más grandes y ricas de la Nueva España, y se vendieron fragmentos del convento.”
Con los años, el Instituto Nacional de Antropología e Historia logró, poco a poco, recuperar partes de la construcción original y unirlas a lo que hoy es el Museo del Carmen. Se han reintegrado terrenos que fueron del convento y que dan hacia Insurgentes Sur. Así, al reconstruir parte de los antiguos jardines, quien visite hoy el museo puede darse una idea del esplendor que tuvo el conjunto hace 160 años.
—¿Es válido que particulares tengan en propiedad este tipo de construcciones, de indudable valor histórico?   
—Claro que es válido, porque la gente lo compró en su momento. Y es válido que lo quieran vender o no. Tenemos muchos ejemplos de casas antiguas que se han vendido a particulares, que se han restaurado y están, incluso, en uso público. Hay muchos casos en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Pongo un ejemplo: la casa de San Bartolomé de Xala, comprada y restaurada por Sanborns y que es una casa extraordinaria. En esos casos, el costo de la restauración puede ser altísimo. También hay casos, desgraciadamente, donde se destruyen edificios deteriorados para levantar obras nuevas. Pero es importante restaurar, porque es nuestro patrimonio; es la herencia histórica de la ciudad más importante de América, porque no hay otra de esta categoría. No podemos destruir; hay que conservar y restaurar. Si un particular quiere adquirir un bien para conservarlo, bienvenido, independientemente si se desea adquirirla para darle uso particular.
ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO. La existencia de predios y construcciones con valor histórico, en manos de particulares, no es inusual en México. Y no es extraño que el gobierno mexicano recupere esas propiedades, como lo hizo, de manera paulatina, con el Predio número 4 del convento del Carmen y con los terrenos que hoy son jardines y que hasta hace pocos años funcionaban como un estacionamiento.
El caso más notorio de esos rescates, es, seguramente, el que comprende las 83 hectáreas donde se localiza la zona arqueológica de Chichén Itzá. En 2010, el gobierno del estado de Yucatán, a través del Patronato de las Unidades Culturales y Servicios Turísticos de Yucatán (Cultur), pagó 220 millones de pesos al propietario del terreno, el empresario Hans Jürgen Thies Barbachano.
Pero la compra fue el cierre de un proceso largo y accidentado. Durante siglos, el terreno formó parte de una zona donde se explotaba el henequén y siempre fue propiedad privada. La Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, promulgada en 1972, generó una de esas situaciones propias del surrealismo mexicano: las ruinas arqueológicas eran propiedad federal, pero los terrenos donde se encuentran pertenecían a un particular.
Durante años, el INAH intentó, sin éxito, adquirir el predio. Sin llegar a acuerdos, el gobierno y Thies Barbachano llegaron a los tribunales. En 2004, una resolución de la Suprema Corte de la Nación determinó que el terreno era propiedad privada. Tomó seis años más la construcción del acuerdo entre las instancias de gobierno y el empresario yucateco. Al final, el pago de los 220 millones de pesos, que algunos definieron en 2010 como “simbólico”, sirvió, en palabras de la entonces gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, para saldar los costos del litigio de 2004. En la actualidad, el dueño del terreno donde se asientan las ruinas mayas de Chichén Itzá es el Patronato Cultur.
Pero no siempre se corre con tanta suerte. Para Manuel Ramos Medina es importante y urgente que el INAH tome conocimiento de lo que ocurre en el Predio 5 del convento carmelita de San Ángel. “Es preciso saber qué pasó, tal vez esté rentado a esa fundación que hoy lo ocupa. Recuerdo que, una vez, al pasar, me enteré que ahí se dan clases de yoga. Pero, ¿se renta? ¿quién lo renta? Nadie nos dice nada. Es posible que haya apoyo delegacional, porque hay cursos prácticamente gratuitos. ¿Quién dio permisos para que ese centro funcione? Es indispensable saberlo porque se trata de un establecimiento virreinal. Insisto: ¿quién dio el permiso?”

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