Por: Mardonio Carballo
Cuando era niño asistía a los honores a la bandera con la convicción de que ahí, bajo su cobijo tricolor nada me podía pasar. No importaba que no tuviéramos para comer, teníamos un lugar dónde acomodar los pies.
Poco a poco esa bandera se ha ido diluyendo. El verde se ha vuelto seco: las montañas de Guerrero expulsan jornaleros indígenas todos los días al norte de México recibiendo pagos injustos. El blanco no dice nada, es silencioso. El rojo se ha extendido y nos ahoga en el dolor de los nuestros.
Hoy me duele este país hasta los huesos y no sé en dónde acomodar mis pies. La calle es quizás el único resquicio que nos queda.
Vivos se los llevaron, vivos los queremos de regreso. Ayotzinapa nos dueles, mucho.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario