jueves, 10 de julio de 2014

Indaga ONU balacera en Estado de México

Estado de México.- El enfrentamiento registrado el pasado 30 de junio en el municipio de Tlatlaya entre elementos del Ejército e integrantes del crimen organizado, que dejó como saldo 22 delincuentes muertos ha levantado una serie de dudas sobre lo ocurrido, comentó el analista de seguridad Alejandro Hope, ex funcionario en el servicio de inteligencia mexicano.
De acuerdo con un despacho de la agencia de noticias internacional Associated Press (AP), en un depósito de granos ubicado en las montañas del sur del Estado de México, donde se registró el enfrentamiento solo se observan dos orificios de bala y manchas de sangre, que revelan una historia sombría que a decir las autoridades involucra a soldados y presuntos criminales. Aunque la realidad podría no tener nada que ver con la versión oficial.
El 30 de junio unos soldados patrullaban uno de los rincones más violentos y anárquicos del país cuando les dispararon desde un depósito donde se escondía una banda de 21 varones y una mujer. Un soldado resultó herido, pero todos los sospechosos murieron dentro del edificio.
El incidente es el más llamativo en una serie de enfrentamientos en los que el Ejército dice que los criminales dispararon primero a los soldados y que estos respondieron matando a todos sufriendo pocas o ninguna baja. Ha habido tantos incidentes de ese tenor que grupos defensores de los derechos humanos y analistas han empezado a dudar de las versiones de los militares.
Periodistas de AP, acudieron al sitio del enfrentamiento tres días después, donde observaron las manchas de sangre y los orificios de bala en los muros de hormigón. La bodega en la que fueron encontrados muchos de los cadáveres no tenía muchas evidencias que de que el enfrentamiento fuera prolongado.
Un testigo, que vive cerca del depósito, dijo que oyó disparos y fuertes golpes durante casi dos horas en la madrugada del 30 de junio. Pero no podría afirmar con seguridad que los ruidos provenían del depósito o de las montañas boscosas a su alrededor. El hombre, que no quiso ser identificado por temor a represalias, dijo que después de la ronda de disparos vio a los soldados inspeccionar los cerros.
Aunque se informó que hubo un tiroteo intenso, solo seis andanadas parecen haber hecho impacto en la fachada del depósito, la única parte del edificio con ventanas o puertas en la que los soldados habrían disparado a la gente parapetada en su interior.
Tampoco había indicios de un tiroteo intenso dentro del edificio, pocos orificios de bala y ningún casquillo. Pero sí había muchas evidencias de muertes. El piso estaba manchado de sangre y se veían dispersas hojas de papel numeradas que los investigadores dejaron para marcar dónde se habían hallado los cadáveres, la mayoría cerca de las paredes.
Al menos cinco sitios en los muros internos del depósito mostraban las mismas huellas. Uno o dos grupos de agujeros de bala rodeados de una masa de manchas de sangre, lo que daba la impresión de que las personas en el interior estaban de pie frente a la pared y fueron alcanzadas por uno o dos disparos a la altura del pecho.
La distancia a la que se efectuaron los disparos fatales no fue revelada por la procuraduría general de México, que lleva a cabo las autopsias. Un funcionario estatal dijo que su oficina no podía indicar la causa de muerte debido a que es un caso federal, aunque un funcionario federal lo negó. Ambos hablaron con la condición del anonimato por no estar autorizados a hacer declaraciones oficiales.

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