martes, 12 de febrero de 2013

Péndulo político
Emiliano M. Carrillo Carrasco
¿RECUPERAR LA VÍA AUTÓNOMA?. El antecedente primigenio del individuo en la cultura occidental se remonta a 1215 cuando Inglaterra plasma en la Magna Carta Liberatum la inviolabilidad del cuerpo de la persona, que se conoce como el habeas corpus, y literalmente significa tendrás tu cuerpo libre. Fue una ardua lucha durante cientos de años para acotar el poder del señor feudal sobre sus súbditos. Pero fue Benjamín Constant quien desarrolló el concepto en su gran tratado titulado Principios de política, publicado en 1806, que surge como reacción al mesianismo político (germen del totalitarismo) auspiciado por la Revolución francesa y que desemboca en la tiranía del terror de Robes Pierre –inspirado en la idea de Pelagio del hombre providencial que puede hacer el Paraíso aquí en la Tierra. Constant combate la idea hegemónica de finales del siglo XVIII que erige a la soberanía popular como entidad casi divina. Propone que la soberanía es relativa y limitada: donde empieza la vida individual termina el mandato de la soberanía. A partir de aquella época, la función primordial del régimen político es proteger y dar plenitud al individuo, que se vuelve autónomo y así deja de formar parte de la sociedad: su vida social pasa a ser circunstancial.
De este pensamiento nace el concepto de autonomía industrial del individuo que a la postre se convierte en libertad económica, y que es colocada en el mismo rango que la libertad personal. Así, dice Tzvetan Todorov, historiador de las ideas políticas, es como la economía se separa de la política, de la sociedad. La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder, e incapaces cognitivos, ante su mísera visión del entorno social, económico, político, sin argumento de  eficacia  y eficiencia. La realidad es que el tejido social se debilita a falta de un marco legal que garantice la justicia en los hechos. Mientras tanto, las políticas públicas, totalmente ineficientes, generan desintegración familiar y violencia; un mal endémicos que se agudiza ante la embestida económica que genera desempleo, delincuencia y muertes.  A este panorama, hay que agregar el papel que juegan los grandes medios de comunicación, que han tomado partido e informan dependiendo, precisamente, del partido político que los patrocine; dónde su contrapeso las redes sociales.  Y en medio de esa desbordante subjetividad, lo que pulula en los principales canales de televisión, en la radio concesionada y en la gran mayoría de periódicos y revistas, es la banalización de los sucesos. No hay análisis.
La política  de acuerdos; México aprende en la marcha del poder y enlaces de  una clase política  apática y distante ante un hecho real que se vive en acciones mediáticas que lesionan la inteligencia ciudadana; Mientras la violencia roe las entrañas de la sociedad, quienes gobiernan al país sostienen un soliloquio que los separa de la realidad. La demagogia de quienes ostentan el imperio político el sega, los ensordece: se vuelven mitómanos, sin duda. Los personajes de poder  como el ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, goza de la protección del ahora gobernante PRI, que resguarda su impunidad a ultranza, seguramente como moneda de cambio, una característica de la clase gobernante en México en su  burbuja de aire.
Otro absurdo ionesquiano puede ser el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero-OLIGARQUICA KAKISTOCRATA ---, quien aseguró que una familia podía vivir con 6 mil pesos. Y en lugar de que Fecal lo hubiera destituido por inconsciente y por no entender algo tan elemental como secretario de Estado, lo premió con otros cargos públicos, y peor aún: hoy su partido político (PAN)  lo hace líder parlamentario en el Senado de la República. Como García Luna o Cordero, muchos políticos a todos los niveles de gobierno, a quienes se les ha comprobado negligencia o corrupción, el sistema los premia y los reposiciona. Entre un sexenio y otro, las fichas de cambio político sostienen la gran falacia de la transición. La realidad es que hay continuidad, sólo cambian los personajes, pero las fórmulas para gobernar son las mismas: corrupción, nepotismo, clientelismo político, deshonestidad y criminalidad.
Ese estado de inconciencia de los gobernantes, les aleja del dolor de un pueblo que es víctima del darwinismo social y la violencia como resultado de la putrefacción política, generando en el seno de la sociedad seres capaces de cometer los más terribles crímenes. Por eso no es exagerado extrapolar a México al escenario del genial dramaturgo rumano, Eugene Ionesco, cuando se piensa en un diálogo inconexo, en donde los que gobiernan pregonan una realidad de otro mundo, que no corresponde a lo que demanda la ciudadanía, que es justicia y bienestar. En seguida; Todorov en Los enemigos íntimos de la democracia. Esta  cosmovisión inspira la frase de Constant que se convirtió en regla de oro de la filosofía neoliberal: “Para el pensamiento, para la educación, para la industria, el lema de los gobiernos debe ser: Dejar hacer y dejar pasar”—Adam Smith-- . Pero el hombre autónomo, antisocial, es una falacia para la neurociencia.  Los estudios del neuro-científico  Ramachandran confirman que los hombres no seríamos nada sin nuestra capacidad para imitarnos: no habría lenguaje, cultura ni ciencia. “Es increíble: ¡puede que lo único que separe nuestra conciencia de la del otro sea la piel!”, dice en su obra Lo que el cerebro nos dice. Pues, cabe repensar el concepto de individuo.

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